ENTRE LAS SIERRAS DE CANTABRIA, TOLOÑO
Y EL RIO EBRO:
RIOJA ALAVESA PATRIMONIO DE LA HUMANIDAD
Al sur del Territorio Histórico de Álava se extiende una
larga cadena montañosa conocida en los primeros documentos escritos como la sierra, luego subserra (bajo la sierra) y, tras su pertenencia al reino de
Navarra durante la Edad Media, pasó a conocerse como la Sonsierra de Navarra. Recuérdese que este reino tuvo, por breve
tiempo, su capitalidad en la vecina localidad de Nájera, en cuya iglesia se
encuentra enterrada doña Blanca de Navarra, hija de la Sonsierra. Durante años
y años esta tierra fue continuamente disputada por navarros y castellanos, nada
raro en aquellos tiempos cuando los reinos se estiraban y encogían como nubes
veraniegas zarandeadas por el viento. A partir de los Reyes Católicos, el año
1486, la mayoría de los pueblos que formaban la Sonsierra de Navarra dejaron de
pertenecer al Reino de Navarra, uniéndose a las hermandades de Álava, entrando
a formar parte del Territorio Histórico de Álava hasta nuestros días. La villa
de San Vicente de la Sonsierra, así como las aldeas de Ábalos, Peciña y Rivas
quedaron en poder de Castilla y hoy forman parte de la Comunidad Autónoma de La
Rioja.
Este continuo tira y afloja, este ser frontera, es indudable
que ha dejado en los hombres y mujeres
de Rioja Alavesa, como herencia, un espíritu acogedor, alegre, dicharachero,
jovial, directo, sin doblez. Hoy día
Rioja Alavesa cuenta con una veintena de pueblos que se desparraman a los largo
de 316 Km2, y algo más de diez mil habitantes dedicados, en su mayoría, a cultivar
con verdadero esmero doce mil hectáreas de viñedo, cuyo fruto ha dado y sigue
dando renombre a esta tierra.
Es esta una tierra dura y a la vez dulce, reseca y a la vez
surcada por números riachuelos, que produce vinos suaves, brillantes y
aromáticos, pletóricos de sabores afrutados cuando son jóvenes y llenos de
buenas sensaciones al paladearlos como crianzas o reservas. Una lengua
montañosa, apretujada entre las sierras de
Cantabria y de Toloño por el norte, que baja jugueteando de monte en
monte, hasta las riberas del río Ebro que la cierran por el sur.
Dólmenes, bodegas y
lagares apie de la carretera A-124. Si venimos del norte, una vez cruzado el túnel de las
Conchas, se llega al Portal de La Rioja y en la rotonda giramos hacia el
oriente, acompañados al poco por viñedos y el río Ebro. Antes de llegar a
Laguardia, a pie mismo de la carretera, unos carteles anuncian la presencia de
dólmenes, monumentos funerarios que guardan restos de cerámicas, objetos de
adorno y personas enterradas 4.000 años antes de Cristo: Layaza, el Sotillo, San Martín son dólmenes a pie de carretera. Si
nos desviamos un poco, camino de Elvillar,la
Huesera y la Chabola de la Hechicera son dos dólmenes que conservan el
túmulo, un conjunto de piedras, areniscas unas y calcáreas otras, que cubrían
el monumento. Quienes los habitaron eran poblaciones nómadas que conocían la
bondad y riqueza de estas tierras, en las que abundaban lagunas que les
proporcionaban pesca y caza y tenían
cerca una sierra cubierta de robles, encinas y madroños.
Al norte de Laguardia se puede visitar el poblado berón de
Laguardia y en el casco de la villa, al sur, un enorme estanque celtibérico,
único en el País Vasco.
Y junto a los dólmenes, modernos edificios, algunos firmados
por las más prestigiosas firmas del mundo de la arquitectura, que guardan el
preciado tesoro de esta tierra, el vino: bodegas Torres, Óbalo,
Baigorri,Ostatu, Launa, Pagos de Leza, Heredad Ugarte, Ysios, Campillo, Gómez
de Segura, Viña Emiliano, Viña Real…, todas a pie de carretera, haciendo
compañía a los dólmenes que se levantaron hace seis mil años. Todas merecen una
pausada parada, para conocer de primera mano el complicado camino que hace el
vino desde la cepa a la copa.
Y a ambos lados de la carretera pequeños carteles que indican
la presencia de lagares excavados en roca, reliquias medievales que hablan de
la pronta y amplia presencia del vino en estas tierras y es que dicen que el
vino llegó Ebro arriba, acarreado por los romanos que lo remontaban en barcazas
y de cuyopaso hablan el puente Mantible, junto al poblado romano de Assa,
estelas funerarias halladas aquí y allí y un magnífico alfar en la confluencia
de caminos que de Laguardia van a Lapuebla y a la villa de Elciego.
Cabalgando por las
sierras de Toloño y de Cantabria. En el recorrido nos va acompañando la sierra que, con el
nombre de Toloño primero y en la parte central y oriental como Sierra de
Cantabria, se eleva arrogante, arrancándose desde unos breves matojos y
apuntando en seguida al cielo, transformándose en desnudas agujas o, mejor, en
filo de un estirado alfanje, a lo largo de más de treinta kilómetros. Mirada de
lejos esta cadena montañosa, el azul grisáceo intenso que tienen sus rocas
atrae como un misterio que hay que descifrar. Sus más de 1.400 metros de
altitud hacen de barrera y detienen los fríos vientos del norte y las
lluvias, creando un microclima en el
lado sur propicio para el viñedo, bueno para los cultivos mediterráneos. En la
zona norte caen unos mil litros de agua por metro cuadrado y las laderas están
cubiertas de profundos hayedos, en la zona sur hay pueblos que no reciben más
de cuatrocientos litros y le encina ha sido el árbol emblemático, habiendo sido
sustituido por campos y campos de viñedos. Cuando aprieta el aire frío del
norte y se acercan las lluvias, el calor del sur ayuda a que se forme una capa blanca que
cubre las cimas y se precipita por las
laderas a modo de cascada interminable, que no acaba de caer. Es el efecto Föhn, cuando se juntan el aire frío del
norte y el aire caliente del sur y que los naturales del país llamar el norte, o la capa el cierzo
Cuando los árabes llegaron al Ebro, los reyes navarros
levantaron en lo alto del Toloño un pequeño castillo, otro conocido como
Villamonte y en lo alto de la Sierra de Cantabria se pueden ver las ruinas de
los castillos de Herrera (San León), Toro y Marañón, éste último en lo alto del
Pico de Lapoblación, conocido también como el León Dormido, por la forma que
tiene. Hoy día son cumbres que gusta conquistar a los montañeros y cuyas
verticales paredes son aprovechadas para la escalada.
Ermitas, monasterios y
Villas. La carretera
que vamos siguiendo cruza villas que guardan importantes vestigios de épocas
pasadas. Al comienzo del recorrido, Salinillas de Buradón y Labastida conservan
arcos y puertas de cuando estuvieron amuralladas y la ermita del Santo Cristo
de Labastida, así como la iglesia de Samaniego mezclan los muros y torreones de
fortalezas medievales con las torres y
espadañas de templos cristianos. La ermita de Santa Lucía, en Labastida, la de
Berberana en Laguardia, Santiago en Navaridas o la de Bercijana en
Yekoraguardan restos románicos que hablan de un rico pasado que culmina en el
pórtico cromado en época gótica de Santa María de Los Reyes, en Laguardia.
Laguardia, villa vigía, que ofrece a los visitantes cinco entradas y cuyas
estrechas calles, con casas en piedra de
sillería y señoriales blasones,
devuelven al visitante a otros tiempos, incluso cuando el bullicio y el ruido
invaden sus calles. Por no hablar de Labraza, típico pueblo medieval, con
calles silenciosas y bien cuidadas, que conserva extramuros la vieja fuente del Moro, así como dos pozos de nieve.
En algunas entradas y plazas se levanta airoso el rollo o picota, símbolo de
justicia y recuerdo perenne de cuando las aldeas pasaron a ser reconocidas como
villas, independizándose de Laguardia. Años ricos aquellos en los que se
hicieron las iglesias de Elciego, Oyón, Elvillar, y Moreda con espléndidos retablos
renacentistas, barrocos y neoclásicos, con sus llamativas torres y sus cúpulas artísticamente pintadas. Es
Rioja Alavesa que, como Paisaje Cultural del Vino y el Viñedo, ha merecido el
calificativo de Bien Cultural con la categoría de Conjunto Monumental por parte
del Gobierno Vasco y que con el Gobierno de La Rioja, junto al paisaje de la
Rioja Alta, han sido presentados ante la UNESCO para ser reconocidos como
Patrimonio de la Humanidad.
Investigador de temas riojano
alaveses
No hay comentarios:
Publicar un comentario